Una conversación crítica entre Maria Conen, Oliver Lütjens, Adam Caruso y Peter St John
Maria Conen y Oliver Lütjens
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Oliver Lütjens: Esta exposición del Architekturforum Zurich, titulada El final del principio, o el principio del final. ¿Es acaso el progreso siquiera posible en arquitectura? conmemora los 28 años de su práctica arquitectónica. Una muestra que para mi, personalmente, resulta especial, porque cuando en el año 2007, ustedes y yo, empezamos a dar clase juntos, acababan de terminar el Museo de la Infancia y empezaban a poner el pie en Suiza, poco a poco, aunque con firmeza: primero, con el concurso del Escher Wyss Platz, y luego, más tarde, con el del edificio en Europaallee.
A Maria Conen y a mí, nos sorprendió algo el título de esta exposición sabiendo que son ustedes, por lo general, optimistas, al igual que lo es su obra. Nos preguntamos qué ha motivado este título. También me cuestiono si el progreso es relevante para la arquitectura, dado que el progreso es algo que emana de la ciencia, del desarrollo de una cosa detrás de otra. Pero en la ciencia no hay vuelta atrás, en cambio, en arquitectura, sí que es posible esa vuelta atrás. De modo que pensamos que podríamos empezar hablando sobre la evolución.
Para nuestra generación, que al menos es una generación posterior a la suya, la arquitectura inglesa constituía el eslabón perdido entre los héroes de la arquitectura suizo-alemana del siglo XX y la condición contemporánea. Cuando nosotros empezamos a estudiar, a mediados de los noventa, figuras suizas como Herzog & de Meuron, Diener & Diener, Meili & Peter o Burkhalter & Sumi, tenían una presencia destacada, y no necesariamente como profesores, sino como profesionales con una obra interesante, radical y variada. Más tarde, cuando terminamos la carrera e iniciamos nuestra práctica profesional, la siguiente generación a la de estos arquitectos consiguieron, muy rápidamente, un reconocido éxito, siguiendo simplemente la misma serie de ideas que ellos, si bien, estas ideas ya no resultaban ni tan radicales ni tan experimentales.
Fue entonces cuando descubrimos el trabajo de ustedes, el de un nuevo grupo de estudios británicos (que incluía a gente como Tony Fretton o Sergison Bates) interesados, igualmente, por la escena suiza y por los mismos héroes que nos interesaban a nosotros.
Las primeras obras de ustedes, en mi opinión, fueron una respuesta a la arquitectura suiza, resultado de mirarla con otros ojos, de encontrar en ella nuevos significados y posibilidades. Así pues, ¿cuándo, y cómo, se volvió Suiza importante para ustedes?
Adam Caruso: Yo creo que Peter se dio cuenta antes que yo. Recuerdo haber visto fotos suyas de edificios de Herzog & de Meuron, de los edificios de Ricola y Hebelstrasse (el que discurre paralelo a un muro medianero). Y recuerdo también cuándo fue la primera vez que a mí me llamó la atención su trabajo. Fue antes de que Peter y yo empezáramos a trabajar juntos, al mirar aquellos números de mediados de los años ochenta de la revista Quaderns, que entonces dirigía Josep Lluís Mateo. Fue durante el tiempo en el que yo trabajaba para Florian Beigel. Recuerdo que por entonces llegó a la oficina una revista que tenía en la portada una foto azulada, muy detallada, del Teatro de la Media Luna de Beigel. Era un número doble que trataba sobre nuevos estudios europeos, y publicaba, entre otros proyectos interesantes de entonces, la pequeña Casa de madera contrachapada de Herzog & de Meuron (la que abraza un árbol en su fachada sur). No estábamos en aquel momento muy ocupados en el estudio, así que Florian y yo estuvimos casi una hora comentando página a página el contenido de la revista.
Luego, más tarde, tres o cuatro meses después, cuando Florian estaba preparando una conferencia suya (a la que yo dediqué también bastante tiempo, ayudándole en su preparación) tuve que llamar por teléfono al estudio de Herzog & de Meuron para intentar conseguir fotografías de esa Casa de madera contrachapada (nos enviaron tres diapositivas de 35 mm, creo que hechas por Pierre de Meuron). Hay que decir también que, más adelante, desde que Florian invitase a Jacques Herzog a dar una conferencia en Londres, que creo que fue la primera conferencia que dio fuera de Suiza, Herzog (que durmió en el sofá de Florian) se mostró generoso con Florian, porque aquella conferencia fue muy especial para él.
Más tarde, Peter y yo devorábamos cada página de aquel primer librito cuadrado de GG sobre Herzog & de Meuron (un libro editado antes de que nosotros estableciéramos el estudio), analizando cada fotografía y cada dibujo con detenimiento.
Peter St John: Cuando nosotros empezamos nuestra práctica, y mientras dábamos clase en la London Met (que entonces se llamaba Polytechnic of North London), Adam y yo nos pasábamos mucho tiempo hablando y mirando libros. Recuerdo ver aquellos primeros proyectos de Herzog & de Meuron. Y recuerdo que me dieron que pensar. Cuando empiezas una práctica, intentas decidir qué dirección tomar, uno no está seguro ni de lo que quiere hacer ni de lo que es interesante. Y aquellos primeros proyectos de Herzog & de Meuron, para el contexto británico de principios de los años noventa, resultaban para nosotros increíblemente refrescantes: su interés por la naturaleza; sus inusuales formas de dibujar (tan completamente diferentes de la habitual forma tan limpia de dibujar a la que nosotros estábamos acostumbrados en los estudios para los que habíamos trabajado); y su actitud, tan clara y precisa, respecto a la edificación y la construcción… Todos estos aspectos estaban radicalmente reñidos con los que nosotros manejábamos en el contexto británico.
Desde una perspectiva británica, nosotros siempre hemos sido vistos como los que trajeron Suiza a Londres, aún se nos sigue viendo así (allí se tiene una imagen nuestra muy diferente de la que tienen ustedes de nosotros aquí, en Zúrich). Y es verdad, a principios de los noventa, fuimos de los primeros en Londres en fijarnos en la arquitectura suiza. Incluso hicimos un viaje a Basilea, con nuestros alumnos, para visitar y ver los edificios, y conocimos a Harry Gugger. Luego, cuando Herzog & de Meuron ganaron el concurso de la Tate Modern, en 1995, él tuvo la brillante idea de contratarnos (a Adam y a mí) como arquitectos del proyecto, pese a que apenas éramos los dos solos, no teníamos ni oficina. El problema es que luego se dio cuenta de que ni siquiera podía contactarnos por teléfono, porque Adam y yo nos pasábamos todo el tiempo en la obra. Así que renunció pronto a su idea, la aventura nos duró muy poco.
Maria Conen: Creo que se trata exactamente de eso. De que ustedes llevaron la arquitectura suiza a Inglaterra, y que la distancia procuró una transformación que mudó en un nuevo tipo de energía para las obras. Y ahora esa distancia se ha reducido: están ustedes en Suiza, tienen un estudio bastante grande; tienen grandes proyectos en Zúrich y dan clase a muchos estudiantes en la ETH. ¿Ha cambiado en algo esto su arquitectura? ¿Qué relación tienen con el actual panorama arquitectónico suizo?
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