EQUIPO
LA SEDE DE EL CROQUIS
EDITORES y DIRECTORES
Fernando Márquez Cecilia y Richard Levenearquitectos
FOTOGRAFÍA
Hisao Suzuki y Jesús Granada
DISEÑO GRÁFICO Y MAQUETA
Richard Levene
Fernando Márquez Cecilia
REDACCIÓN EDITORIAL
Liliana C. Obal
PRODUCCIÓN GRÁFICA
Cristina Poveda
DOCUMENTACIÓN
Beatriz Rico
TRADUCCIÓN
Jamie Benyei
Liliana C. Obal
DISEÑO Y PRODUCCIÓN FOTOMECÁNICA E IMPRESIÓN ENCUADERNACIÓN
EL CROQUIS EDITORIAL Gráficas Palermo y DLH Encuadernación Ramos
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EL CROQUIS es una publicación miembro de ARCE y de la Asociación de Editores de Madrid
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Premio COAM Publicaciones 1985
Premio a la EXPORTACIÓN 1992 de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid
Medalla FAD [Fomento de les Arts Decoratives] 2004
Media Partner del World Architecture Festival 2008
LA SEDE DE EL CROQUIS
Arquitectos: Richard Levene & Fernando Márquez Cecilia
El Escorial, Madrid. 1995/1998
El edificio se sitúa al borde de la avenida que une el Monasterio de San Lorenzo con la villa de El Escorial, distante 45 kilómetros de Madrid. El solar, que forma parte de una colonia de residencias unifamiliares —contigua a los jardines de la Casita del Príncipe—, se divide en dos parcelas, una de las cuales está ocupada por una vivienda de dos alturas construida según las características comunes a esta zona de la Sierra de Guadarrama. En principio se decidió intervenir sólo en la parcela libre, dejando para más adelante la construcción en la segunda parcela de un Aulario para Postgrados. Dado el carácter residencial del barrio —construcciones de dos plantas y cubiertas inclinadas en todos los casos— se optó por minimizar el volumen construido sobre rasante, interpretando el plano del suelo mediante una geometría que permitiera, de una parte, generar espacios habitables bajo él, y de otra, reducir el impacto edificatorio.
La obligatoriedad normativa del uso de cubierta inclinada, que en un principio podía revelarse como un auténtico handicap a la hora de plasmar la rotundidad de las dos piezas prismáticas que albergan la Editorial y la Galería de Arquitectura —inicialmente de cubierta plana—, se convirtió, por el contrario, con el simple beneficio del tiempo, en el leit-motiv generador de una volumetría inquieta que se puso en movimiento de forma gradual: los dos contenedores fueron hundiéndose en el suelo —desplazando tierras poco a poco, oxidándose paulatinamente— hasta congelar el instante final. Los dos prismas emergentes, provistos finalmente de una suerte de cubierta plana inclinada, descansan así sobre una serie de planos de acero cortén y vidrio laminar, que se mueven, a su vez, al borde de dos fluidos abstractos de granito que descienden en paralelo a la dirección transversal del solar, cosiendo la topografía artificial de taludes y subrayando los caminos de acceso peatonal y de servicio. Por otra parte, la peculiar idiosincrasia del cliente —nosotros mismos— en lo referente a la indeterminación y ambigüedad en los usos, deseos y prioridades —que fuimos procurando acotar intuitivamente—, actuó como factor liberador, en cuanto que nos permitió cuestionar y mantener abierto el programa de necesidades, no compartimentar los espacios en cada nivel e inventar nuevos usos durante el largo proceso del proyecto y su ejecución.
El programa finalmente asumido se desarrolla en dos edificios dispuestos en L, —según la mejor orientación—, comunicados en planta baja, cerrados al tráfico rodado de la avenida y abiertos a las vistas al jardín. El área de dirección, redacción y producción ocupa la pieza dispuesta paralelamente a la avenida. Las funciones administrativas y comerciales se sitúan en la segunda pieza, sobre la Sala de Exposiciones, que ocupa —junto con una pequeña librería y una zona de almacenaje y servicio— la totalidad de la planta baja, sirviendo de nexo entre ambos cuerpos. La Sala se descubre al jardín a través de unos grandes ventanales que extienden el espacio hacia el exterior y permiten incorporar aquél como lugar de exposiciones al aire libre. En ambas piezas se crea un vacío interior que consigue trabar visualmente los espacios de las tres plantas, procurando una comunicación ágil entre los distintos departamentos.
Los prismas recubren sus caras opacas de mármol travertino romano y madera de iroko, y abren sus fachadas al jardín mediante un acristalamiento —translúcido en la Galería y transparente en la Editorial— que, determinado por el soleamiento y el grado de luminosidad deseado, matiza la luz, o bien resalta determinadas perspectivas. El procedimiento en los vidrios incorpora una película de línea —normalmente empleada para cartelería— que, embutida entre el doble acristalamiento y dibujada con franjas negras de distinto grosor, consigue mitigar el tono verde habitual del cristal. El tratamiento en el interior de los espacios diferencia los revestimientos de paredes en ambas piezas —paneles de haya en el bloque largo y trasdosados de pladur en el bloque corto— manteniendo el pavimento continuo en madera de iroko.