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Aproximaciones esenciales al paisaje. Una conversación con RCR, por Santiago de Molina

Entrevista RCR Santiago de Molina



Aproximaciones esenciales al paisaje.
Una conversación con Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta,
por Santiago de Molina

Texto publicado en El Croquis 228 RCR 2017 2024.

 

 

Todas las conversaciones se desarrollan de manera diferente. Esta con Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta (RCR) se produce a lo largo de cuatro días en Olot, dos a finales de una larga primavera y dos a principios de otoño. Formalmente se grabó durante varias horas. Pero la realidad es que el diálogo verdadero, el subyacente, no tomó cuerpo durante esa formalidad. En la literalidad de las palabras no puede encontrarse lo que RCR quiere decir mientras responde a un simple cuestionario. Las contestaciones más concisas y esenciales, como en su arquitectura, toman forma en un espacio entre las preguntas y las palabras. O para ser más preciso, en su trasdós. En un espacio que se encuentra en la entonación de las respuestas, en las pausas, en los silencios, en los sobreentendidos y en los tiempos intermedios: en ese lugar intersticial de la comunicación que Roland Barthes denominó con acierto como el "susurro del lenguaje". En el caso de RCR este espacio liminal se ha convertido en una incansable aspiración. Añadido a esto, parece que el mismo modo de comunicación compartido ha construido una manera de entender la arquitectura y la vida. En ese lugar aparece para ellos lo esencial y profundo.

La conversación se mantuvo con cada uno de los integrantes de RCR de diferentes modos: a veces de manera individual, a veces a dúo y en sus variaciones, y otras, con el estudio al completo. Curiosamente, en todos esos episodios mantuvieron, con diferente intensidad y tono, un mismo hilo argumental, a pesar de la diferente personalidad de cada uno. Este escrito es, por tanto, una especie de conglomerado con retazos de todos, cosidos gracias a una forma cooperativa de entender la arquitectura en la que se hace difícil diferenciar la voz individual sin la presencia del resto, y, a la vez, es posible escuchar una voz más poderosa y nítida fruto de su conjunto.

Con este número se cumplen cinco monografías de El Croquis dedicadas al trabajo de RCR. La primera de ellas comenzaba con un "Test para un examen de Arquitectura", (2003), en el que aparecía una definición de arquitectura como "el arte de materializar los sueños en un viaje de largo recorrido". La última, que abarcaba su trabajo hasta el año 2017, concluía con el discurso de aceptación del Premio Pritzker. Repetían allí aquella misma definición iniciática, pero le añadían una coda. "...Y en este viaje perseguir alcanzar que la arquitectura contenga el universo entero". Esta nueva monografía permite hacer balance de un trayecto que sin duda puede ya considerarse de largo recorrido y que, como todo viaje, está plagado de paradas, desvíos, sorpresas, aprendizajes, incertidumbres y descubrimientos. ¿En qué momento se encuentran? Me gustaría preguntarles si en este tiempo han conseguido materializar las expectativas, los sueños, que tenían al comienzo de su carrera. ¿Cómo se imaginaban a sí mismos en el futuro?

[RCR] Seguimos pensando que el concepto de viaje y de sueño pertenecen al centro de la vivencia de la arquitectura. Si nos remontamos al comienzo, hay que decir que no elucubramos con que ese sueño se desarrollase a largo plazo como algo inalcanzable o lejano. Tal vez lo que nos haya conducido al presente haya sido un sumatorio de sueños concretos y encadenados. Se llega a cruces de caminos, a bifurcaciones que simplemente hay que tomar, pero que conducen a lugares diferentes. Por ejemplo, desde el inicio no queríamos caer en un tipo de trabajo que nos alejase de poder pensar en la Arquitectura como algo relevante. Si hay que hablar de una aspiración a largo plazo, nos interesaba la posibilidad de soñar con una Arquitectura con A mayúscula. Pero dicho esto, no se trataba de una aspiración que tuviese que ver con la ambición de perduración como tal, sino más bien con un modo de recorrer etapas concretas, y hacerlo coherentemente, sabiendo que cada obra era un sueño en sí mismo. Por pequeño o grande que fuese, cada sueño era relevante para el viaje en su conjunto. Es más, hay que decir que el proyecto más importante de RCR ha sido siempre un sueño colectivo. No hemos tenido que forzar las cosas para que sucediese de ese modo. Gracias a una cierta facilidad a la hora de encajar la obra y la vida, aquella aproximación tan temprana ha ido matizándose con el paso del tiempo, sin que, en su esencia, haya variado.

Rafael Moneo dijo que, en su caso, lo mejor de haber recibido el premio Pritzker había sido evitarle la tentación de pensar en él. La liberación de esa fantasía, que un día se lo pudieran conceder, le permitió vivir sin ansiedad ese reconocimiento. En el caso de RCR, y visto ya con cierta distancia, ¿qué consecuencias tuvo recibir este galardón?

[RCR] (una larga pausa) Nunca hemos construido nuestra trayectoria pensando en ningún premio. Los premios, en nuestro caso, han supuesto un refuerzo o han sido un motivo de aliento, pero no han sido nunca el objetivo. Tras el premio, lo que ha cambiado fundamentalmente, más que nuestro modo de hacer, es la mirada ajena sobre nosotros y nuestro trabajo. Por ejemplo, desde entonces conservamos muy conscientemente el mismo tamaño del estudio. Entendimos la concesión del premio como una invitación a mantener el rumbo: tener una vida sencilla, aprovechar lo bueno de lo que nos estaba sucediendo, adaptarlo y no dejarnos llevar. Somos muy pequeños como estudio, no tenemos una gran dificultad a la hora de seguir adelante. El estudio sigue estando a cinco minutos de casa, lo que otorga cierta sencillez, cierta dosis de realidad y naturalidad a todo. Hemos creído de tal modo en este proyecto común que nada de lo que viene de fuera se convierte en una obsesión.

Dicho esto, es cierto que llegaron propuestas interesantes tras la concesión del premio Pritzker. Tuvimos que dejar de lado muchas posibilidades que se abrían ante nosotros pero que nos alejaban de ese horizonte de largo recorrido del que hablábamos. En nuestro caso, es curioso que cada trabajo ha llevado a otro en una evolución natural, algo que no ha dejado de suceder. Cada proyecto se ha convertido en un sueño en sí mismo que abría nuevos cruces de caminos. En ocasiones, como el proyecto de las Bodegas Perelada, el recorrido es de dieciocho años. Ese sentido del tiempo de larga duración no se ha visto alterado por el reconocimiento gracias a que la coherencia para nosotros ha sido una garantía de estabilidad. Sin embargo, hay que reconocer que sí cambiaron algunas cosas, sin ir más lejos, dejamos de impartir muchas de las conferencias a las que nos invitaban porque requerían de un tiempo del que ya no disponíamos. Hemos intentado siempre librarnos de ser esclavos de las cosas, los encargos o las situaciones. Obtener mayores grados de libertad a veces se vuelve difícil, pero es algo importante. Junto a eso, hay que decir que el equilibrio es para nosotros algo fundamental, casi mágico. Hemos sido conscientes de que el equilibrio, en su sentido profundo de movimiento entre dos polaridades, llevaba implícita la consciencia del vaivén. Eso significa aceptar que por mucho que en el camino haya momentos de ascenso y otros de descenso, al final todo vuelve a un punto de estabilidad. Manejar el equilibrio, también en lo personal, resulta clave. Cuando se comparte algo mayor que uno mismo todo adquiere una dimensión mayor.

La obtención de un reconocimiento de este calibre ha supuesto para algunos premiados una importante carga…

[RCR] Muchas veces, más importante que el reconocimiento mismo es el momento en que este se produce. En cada década, desde el inicio del estudio, hemos dedicado un tiempo para hacer un balance sobre el lugar donde nos encontrábamos, y el premio supuso una oportunidad para enfrentarnos a la trayectoria recorrida y al porvenir. En aquel momento nos planteamos muchas cosas sobre el futuro, pero principalmente tratamos de ver la oportunidad que se nos brindaba para llegar a nuevos lugares y encontrar nuevos interlocutores. Por ejemplo, una de las cosas más hermosas que nos brindó indirectamente el premio Pritzker fue un hermanamiento con el municipio de Yoshino, en la región de Nara, en Japón. Sentimos como un regalo la oportunidad de profundizar en un mundo que nos interesa. De esa relación surgió la donación de madera de cedro para la construcción del Pabellón del Papel que estamos ahora mismo levantando en la Vila. El olor del cedro japonés en La Garrotxa es algo muy hermoso y difícil de describir.

 

Texto completo disponible a la venta en la web de El Croquis.



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