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El Día Después. Una Conversación con Rem Koolhaas. Por Alejandro Zaera

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Entrevista realizada por Alejandro Zaera Polo en 1996, publicada originalmente en El Croquis 79 OMA / Rem Koolhaas

Cuando El Croquis me propuso la posibilidad de una segunda entrevista con Rem Koolhaas, tuve serias dudas. Pensando en ello, recordé la situación en que se produjo la primera entrevista, en mitad de la euforia de los proyectos del ZKM y de Lille, cuando la "modernización de Europa" se estaba forjando en OMA... Recordé un suceso del que fuí testigo directo durante mi estancia en OMA, y que nos hizo muy conscientes de cómo el clima en Europa estaba cambiando de forma drástica: la muerte del proyecto del ZKM. Había venido oyendo últimamente que OMA había sufrido cambios estructurales importantes, y pensé que quizá fuese el efecto inevitable de los cambios en el entorno. Recordé que, después de la primera entrevista Fínding Freedoms (Encontrando Libertades), se suponía que Koolhaas escribiría un epílogo titulado Freedom from Freedoms (Libertad de las Libertades), que nunca acabó. Se me ocurrió que esta segunda entrevista podría ser una oportunidad para explicar que quizá no es tan sencillo encontrar libertades. Después de todo, la carrera de Koolhaas es la demostración de que quizá la única posible libertad es la de migrar entre "estructuras", desarrollar una práctica mutante que opera en base a lo eventual más que a lo esencial. Esta segunda entrevista era la oportunidad de describir con precisión esta especie de "estructuralismo radical nómada" una alternativa viable al colapso del postestructuralismo que yo considero la contribución más importante que Koolhaas ha hecho a nivel teórico. Y éste parecía un argumento suficientemente atractivo para esta segunda entrevista, a pesar de la alarmante idea de que también justificaría toda una serie de ellas, una suerte de diagnóstico permanente... A pesar de las dudas, Koolhaas también encontró razones que nunca discutimos para hacer esta segunda entrevista que fue finalmente grabada por pura casualidad el día después de la presentación al público de S,M,L,XL, su segundo libro, en la Architectural Association en Londres. El título es un intento de nombrar estas ideas a través de un acontecimiento, más que como una categoría.

Su trabajo durante los años ochenta estaba profundamente involucrado en una nueva formulación de una Europa moderna a la luz de los nuevos desarrollos económicos y políticos del periodo posterior a la guerra fría. Este periodo de desarrollo y de esperanza política se desvanece repentinamente al comienzo de los noventa, resultando en el abandono de los proyectos más ambiciosos y el regreso a actitudes más conservadoras. El deterioro de las condiciones económicas en Europa, y la erosión de las ambiciones de una Europa modernizada parecen haber tenido un efecto directo en la estructura que OMA había desarrollado durante los años ochenta. Después de tres años de incertidumbre, usted ha realizado cambios sustanciales en la organización de la Oficina. ¿Cuál es la naturaleza de estas recientes mutaciones en la estructura de OMA?

La erosión en la "construcción" de Europa y el impacto del declive económico han tenido bastante importancia en estos cambios. En primer lugar, tuvieron un efecto negativo en nuestros ingresos. Y, dado nuestro profundo compromiso con esta invención de Europa, debilitó enormemente nuestra base conceptual. Este declive coincidió con la necesidad de reconsiderar la naturaleza de OMA. La Oficina había estado funcionando durante unos diez años y estas turbulencias políticas y financieras me hicieron especialmente consciente de su permanente fragilidad. Fue una toma de consciencia brutal...

Yo siempre había creído que después de la "pelea" inicial durante la cual es inevitable una recepción escéptica, después de diez años de producir proyectos y de realizar ciertos descubrimientos, llegaría un momento en que seriamos tratados de forma diferente, tanto en términos de remuneración económica como en las propias condiciones de trabajo. Pero quedó claro que no existe ese nivel teórico de estabilidad, que se está tan a merced del capricho político, del mal humor o del desacuerdo fútil e infantil después de diez años como lo puedes estar al principio. La perspectiva de otros veinte años en las mismas condiciones no era algo excesivamente atractivo. Empecé a escribir S,M,L,XL. Pretendía ser algo así como una purificación, un esfuerzo kamikaze. Era una crítica a ciertos aspectos de nuestro trabajo, pero también y de forma inevitable, era un análisis de la situación en que se encontraba la Oficina. Habíamos llegado a una situación en la que el 70-80% del trabajo que hacíamos se localizaba fuera de Holanda, en una increíble multiplicidad de países y culturas. Y cuanto más lejos estábamos del cliente, más difícil era conseguir cobrar; los contratos tenían un sentido completamente diferente según las diferentes culturas; los clientes y los contratistas trabajaban en franjas horarias distintas y el control y las comunicaciones se tornaban en pura confusión... La logística creció de forma astronómica. Se produjo un efecto de distorsión: por un lado, la increíble complejidad de las operaciones, por otro, una sensación permanente de fragilidad y de debilidad que me hacía dudar de la posición de independencia del arquitecto en estas circunstancias. Y esto no era algo sólo propio de nuestra oficina. Parecía ser la regla general: los estudios europeos de un cierto tamaño se encontraban en las mismas condiciones...

Sabíamos que en Asia existe un tipo de arquitecto que se asocia con firmas de ingenieros para crear estructuras de mayor envergadura, lo que nos llegó a parecer una alternativa interesante. Durante el proyecto para el IJ-Oevers en Amsterdam, tuvimos la ocasión de colaborar con la ingeniería holandesa De Weger. Se quedaron sorprendidos de nuestra habilidad para resolver problemas de infraestructura; a su vez, a nosotros nos impresionó su disponibilidad a considerar lo que les proponíamos. Comenzamos a hablar con ellos hace año y medio y finalmente llegamos a un acuerdo en el otoño de 1995, por el cual ellos compran parte de nuestras acciones, participan en la dirección de la compañía, forman una unidad de soporte técnico para nosotros y colaboramos en varios proyectos, aunque nosotros permanecemos como una entidad completamente independiente. Aunque son más conocidos por sus trabajos de infraestructura, están interesados en el desarrollo de su departamento de edificación. Nuestro atractivo para ellos radica en nuestra experiencia en materia de infraestructuras: les interesa la posibilidad de que un arquitecto pueda llegar a tener un papel en la definición del territorio. Lo que es interesante en esta nueva situación son las ventajas que tiene para ambas partes. Nuestra asociación nos permite cubrir un campo más completo, desde las infraestructuras a la arquitectura, lo que resulta especialmente atractivo a la vista del desarrollo de ciertas operaciones que están teniendo lugar ahora en Asia. En general, como arquitectos, siempre nos es difícil tratar con urbanistas e ingenieros de infraestructuras; siempre existe una oposición. La idea de que nuestra colaboración pueda convertirse en una condición de continuidad entre estos campos resulta tremendamente atractiva.

Lo que es interesante de estos cambios es que su práctica como arquitecto parece actuar como termómetro del clima político y económico. ¿Cuál es su impresión de la situación actual en Europa?

Creo que la situación europea es sencillamente diferente, más difícil de lo que parecía durante la euforia de los años ochenta. Quizás fue una euforia auto-inducida, alrededor de una idea que nunca fue realmente popular, pero que ha dejado planteadas muchas cuestiones interesantes. Y si podemos sacar alguna conclusión de los últimos cinco o seis años es que si las condiciones se deterioran rápidamente, también pueden recuperarse con la misma velocidad: puede que se trate mas de signos de inestabilidad que de declive real. Parte de ello es la increíble irresponsabilidad, casi frivolidad de los círculos financieros, que se han convertido por otra parte, en la medida de todas las cosas. La increíble falta de paciencia de los que se denominan cada vez con menor justificación promotores. Esta es una de las grandes ironías del momento presente: los promotores, que son supuestamente la casta que deja su huella en forma de edificios, están demasiado impacientes o "febriles" como para mantener sus inversiones durante el tiempo suficiente para que el edificio comience su construcción, por no hablar de su finalización. Los cambios de humor de los promotores son ahora como las fluctuaciones del mercado de valores: signos de interés. No existe garantía de que esos signos se materialicen en algo concreto. Durante los últimos cinco años, hemos sido testigos de cómo esa excitación se trasladaba de Berlín a Praga, de allí a Shanghai, luego a Filipinas, y ahora se está mudando a Indonesia, y quizá luego a la India, y puede que retorne a Europa vía Africa y la antigua Yugoslavia... En ese sentido no creo que en esta situación, ningún signo de "fuerza" sea permanente; y por tanto, ninguna "debilidad" definitiva.

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