Por Wilfried Wang
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INTRODUCCIÓN
La definición de cómo entienden TEd’A arquitectes su arquitectura es una declaración de principios concisa. De hecho, podría leerse como un manifiesto, si bien, a la vista de sus primeras obras, la conclusión sería que esa definición obedece más a una constatación reciente que a una idea con la que partieran al inicio de su carrera. La propia declaración es fruto de una evolución y marca un punto de inflexión en su pensamiento arquitectónico —consistente en un proceso de transición que es una parte biográfica de la idea de transformación—. La intención de este ensayo es ilustrar los diferentes aspectos de este particular ejemplo de transformación polifacética.
Los dos fundadores de TEd’A arquitectes, Irene Pérez Piferrer (Barcelona) y Jaume Mayol Amengual (Montuïri, Mallorca), nacieron en 1976. Ambos estudiaron juntos en la Escuela Tècnica Superior d’Arquitectura del Vallès (2001 y 2000, respectivamente; luego, Jaume Mayol se doctoró en 2010). Los dos, dado sus lugares de nacimiento, comparten una herencia catalana. Además, dentro del contexto político español, y a la vista de las políticas centralistas de Franco, el establecimiento en 1983, en Cataluña y Baleares, del catalán y el mallorquín como lenguas oficiales, junto al castellano, cabe considerarlo un acontecimiento formativo en la consciencia política y cultural de Irene Pérez y Jaume Mayol. El ascendiente del concepto de identidades regionales, de los regionalismos —lo cual en el caso europeo se conoce como la 'Europa de las regiones' (Tratado de Maastricht, 1992)—, está directamente vinculado en círculos arquitectónicos con discursos especializados. Mucho antes de que Alex Tzonis y Liliane Lefaivre, al igual que Kenneth Frampton, escribieran sobre regionalismo crítico, arquitectos como Dimitri Pikionis ya ensayaban con amalgamas sensibles de fragmentos históricos y técnicas contemporáneas ubicadas como parte común de una topografía natural y cultural, en lo que supuso una vuelta a la riqueza de un patrimonio regional específico, a interrogarse sobre su relevancia en ese momento concreto, y a la recuperación de determinadas técnicas artesanas y materiales. Todo ello puede entenderse mejor en los senderos que para la Acropólis y la Colina de Filopapo proyectó Dimitri Pikionis entre 1954 y 1957, una obra que dejó huella en los primeros trabajos de los arquitectos griegos Dimitris y Suzana Antonakakis.
Medio siglo después, la defensa de las identidades regionales frente a la uniformidad totalizadora global es un desafío considerablemente mayor para cualquier arquitecto en activo allá donde esté. Se observa en el sector de la construcción (industrializado y constantemente renovado), en los pocos artesanos que quedan de confianza (versátiles y considerados), o en los cada vez más reducidos y selectos materiales y componentes (no adulterados, compatibles con el sentido común, y de durabilidad mayor de cinco años). Y eso, por no hablar de los verdaderos clientes —los que contratan arquitectos para que les den respuesta a sus propias necesidades, en lugar de dirigirse a serviles y desinformados representantes de fondos de inversión—, o de considerar si los arquitectos de hoy día están interesados o no en una arquitectura asociada a un interés regionalista crítico. Un reto pues considerable, porque el contexto que pone en marcha, da apoyo y empatiza con dicha arquitectura, va desapareciendo igual de rápido que los recursos naturales, los artesanos honestos y los clientes valientes.
A esta crisis de los fundamentos de la arquitectura se suma en Mallorca un desafío para la arquitectura contemporánea aún mayor, y es el que representan las expectativas formales de los clientes o del público. En el contexto de la isla, en el lugar donde TEd’A arquitectes han construido una parte significativa de su primera obra, los abrumadores efectos de la industria turística son evidentes —en 2016, la isla de Mallorca recibió 13 millones de turistas, cuando su población era de 859.000 habitantes; incluso hay días, durante los meses de verano, en los que llegan a Palma en cruceros hasta 22.000 visitantes—. Este hecho ha suscitado las protestas esporádicas de la población local, contra el número creciente de turistas y contra la proliferación de alojamientos privados de alquiler a través de portales web —un exceso que ha ocasionado a su vez la escasez de oferta de vivienda asequible para los residentes—, protestas y peticiones que están siendo atendidas gradualmente por las autoridades de la isla (ahora, el número total de camas se ha fijado en torno a las 623.000).