Auditorio y Centro de Congresos de Plasencia
SelgasCano
EI solar se halla en el borde de la ciudad, en el límite entre la ciudad y el campo, entre lo tristemente artificial y lo natural. Campo extremeño que cualquiera para esta tierra puede entender como equivalente del mar.
Durante la realización del concurso concluimos que había que elegir entre pertenecer a la ciudad, a lo artificial, o pertenecer a lo natural. No podía ser asumir ambos, y optamos, como siempre —obedeciendo a un impulso obcecado siempre en esa dirección— por la segunda opción. Esto nos obligó a posar el edificio en una cota muy inferior a la de la calle, debido a que el desnivel creado entre un mundo y otro —el urbano y el natural— era importante. Lo artificial era tan agresivo que había formado un talud de 17 metros de altura sin el mínimo respeto a la orografia natural, que permanece enterrada debajo. Por contra, en nuestra propuesta, y como reacción ante lo que supone un imparable arrollamiento, decidimos respetar al máximo el terreno en el que nos apoyamos, ocupando la menor superficie de parcela posible. Creímos que este edificio, principal edificio placentino construido en este siglo, debía apropiarse ese lujo y conservar una isla de tierra natural dentro del futuro ensanche; aunque con el tiempo acabe como un pequeno charco del mar existido, sin posibles compañeros. Sólo en sueños crea una ligera descarga que se transmite al resto del entorno, al resto de piezas que vienen detrás y que se ven obligadas a vararse como naves respetando este mar olisqueado.